En 1.626 Don Pablo García, párroco por más de cincuenta años de Castropodame, sintió llegada su hora. Había nacido en el mismo pueblo. Hijo único de unos "terratenientes" para aquella época, quiso aumentar su gracia entregando a sus paisanos toda su herencia para que la rentasen y con lo obtenido socorriesen a los más necesitados.
Pidió que en la fiesta de San Antonio de Padua se celebrasen una misa y procesión solemnes. Y al finalizarla todos los asistentes eran invitados por el Mayordomo de turno a compartir un ágape. Para despertar el apetito es obligatorio( así lo estipuló el cura)rezar cien padrenuestros.
El pasado domingo 17 de junio se renovó la tradición, con una asistencia nunca pensada en un pueblo hoy día muy reducido. Y el párroco, con la practicidad y precisión que le caracterizan, inquietó a los presentes. Al llenar el estómago de exquisiteces, preparadas por los mismos vecinos, recordó a esa otra humanidad que sobrevive en la más vergonzosa miseria. Y nos hizo saber que lo que mejor se digiere es lo que se comparte. Con cierta picardía recalcó que ahora somos nosotros los satisfechos. No hace mucho tiempo los nuestros pasaron su hambre. Con un poco de generosidad cristiana podemos sacar de la postración a muchos. Algunas tradiciones son necesarias cuando se les sabe sacar chupe.
José Antonio