La trágica muerte de 18 inmigrantes y 17 desaparecidos cerca de las costas de Melilla y Cádiz en el día de ayer me llena de dolor y de angustia. Quiero unirme al sufrimiento de sus familiares y de sus compañeros de viaje que han podido salvarse y pido al Señor de la vida y de la paz que les otorgue el descanso eterno en su Reino.
Esta tragedia humana pone ante nuestros ojos, una vez más, la situación tan desesperada que viven miles de personas en el norte de África, la mayoría de ellas jóvenes. Durante este año más de quinientos inmigrantes de los cerca de cincuenta mil que se han echado a la mar, han muerto en el intento de cruzar el mar Mediterráneo hacia Europa buscando un futuro mejor para sus vidas. Este hecho pone de manifestó el fracaso de las políticas migratorias de los Estados de Europa y África por la falta de criterios comunes para abordar este fenómeno y la necesaria solidaridad entre los países.
Es urgente que nuestros gobernantes tomen decisiones firmes para solucionar el fenómeno de la migración irregular que tanto sufrimiento causa a las personas y a sus familias. Quiero recordar las palabras del Papa Francisco ante el Parlamento europeo en noviembre de 2014: “No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio. En las barcazas que llegan cotidianamente a las costas europeas hay hombres y mujeres que necesitan acogida y ayuda. La ausencia de un apoyo recíproco dentro de la Unión Europea corre el riesgo de incentivar soluciones particularistas del problema, que no tienen en cuenta la dignidad humana de los inmigrantes, favoreciendo el trabajo esclavo y continuas tensiones sociales”.
Quiero manifestar también mi solidaridad y apoyo a los obispos, a las diócesis y a las Delegaciones de Migraciones y Cáritas del sur de España y del norte de África que cada día acogen, protegen y acompañan a miles de inmigrantes en estrecha colaboración con otras organizaciones sociales y de salvamento marítimo. Esta solidaridad espontánea del pueblo es un signo de esperanza para muchas personas y un acicate para que nuestras autoridades actúen con decisión para erradicar de una vez por todas las causas que provocan estas tragedias.
† Juan Antonio, obispo de Astorga
Presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones