El viernes 14 de diciembre se celebró en la sacristía de nuestra santa catedral asturicense un encuentro singular y emocionante, que no dejó indiferente a ninguno de los treinta y tantos asistentes que allí se congregaron al amparo de un fuego que nacía de las palabras, o quizá habría de decir que lo que calentaba allí eran unas palabras que se originaban en un fuego que brotaba incombustible del corazón de los concelebrantes. Aquello fue una nueva forma de dar culto al Señor, tan antigua a su vez como el arte poético, que fue la manera elegida para dar rienda suelta a la creatividad artística de unos hombres, sacerdotes, y poetas. Quedó claro que se puede ser todo eso a la vez, y con frutos de vida eterna.
La velada fue conducida por el espíritu y la voz poética de D. F. Javier Redondo, que encarnó a la perfección el ser poético y sacerdotal para deleite de los espectadores, transformando la admiración en alabanza divina, con lo que el encuentro vino a ser, más o menos, un acto de piedad patrocinado por el insigne santo Juan de la Cruz, patrono de poetas, y de cuyos versos todos hemos bebido en alguna ocasión.
Es de destacar la grata oportunidad de haber escuchado a algunos de nuestros sacerdotes poetas más ancianos, los cuales recitaron sus respectivos versos desde la amable experiencia de una vida que, ya ha entrado a fondo en el otoño de la vida, comunicándonos así su saber y sentir sacerdotal y poético. Mención especial para D. Miguel Ángel González García, invitado especialísimo que ofreció altos vuelos a través de una firme y seria declamación, que apuntaba al centro del objeto poético, y obteniendo dianas sin par.
El acto fue humildemente clausurado por nuestro querido Sr. Obispo, quien tuvo el detalle peculiar de recitar un último poema, en otra lengua, pero de alcance universal, que es de lo que trata el amor: un dulce y sencillísimo soneto de adoración al pequeño Salvador: el Niño Jesús. De Él esperamos la renovación de nuestros corazones en estos días que se avecinan, y el cumplimiento de toda esperanza digna de permanecer en el tiempo. I.C.