La Iglesia asturiana se congregó en la tarde de ayer en la Catedral de Oviedo para rezar juntos por el descanso eterno del asturiano don Juan Antonio Menéndez, fallecido el pasado 15 de mayo en Astorga, diócesis de la que era obispo. Fueron muchas las personas que acudieron al funeral desde compañeros en el ministerio sacerdotal, laicos, religiosas o fieles de las parroquias en las que estuvo destinado desde su ordenación, dejando nuevamente patente el gran afecto que se le profesaba en su tierra natal y el buen recuerdo que ha dejado en todos los que le conocían.
Así lo resaltó el Arzobispo de Oviedo, que presidió el funeral, en su homilía: “Juan Antonio ha vivido su historia, quiso que Dios narrase con ella una biografía bella y sencilla que pondría bondad y horizontes de esperanza en tantos que acudieron a su lado. No vivió encerrado en sus cosas, en sus pretensiones, en sus heridas que no tuvo pocas últimamente, sino que fue dejando que ese Dios escribano nos relatase su biografía de sacerdote y de obispo, como un regalo por donde fue pasando sembrando el bien y la paz”. En sus palabras también hubo un recuerdo para el sacerdote Herminio González Llaca, amigo y compañero de don Juan Antonio, tristemente fallecido el mismo día, y pidió también para que el Señor diese fuerzas a los amigos y familia, en especial a su anciano padre en estos difíciles momentos.
No quiso don Jesús finalizar sin hablar de la “esperanza” que debe pervivir en todo cristiano cuando despide a un ser querido como era el caso de ayer: “Nosotros encendemos el cirio de la esperanza, tenemos vivo el recuerdo agradecido por este buen hermano que tanto bien nos hizo, y pidiendo para él la vida eterna que Jesús resucitado nos abrió para siempre, lo encomendamos a la Virgen nuestra Santina de Covadonga, y a todos los santos pastores”.