Durante los últimos veinte años la Iglesia ha tenido que enfrentarse al mayor drama de su historia. Las denuncias por abusos sexuales llegaron como un tsunami, lo que supuso un importante reto con dos vertientes bien diferenciadas: una, la de recoger e instruir los procesos dando una respuesta jurídica, así como acompañar a los denunciantes en ese camino, y otra, la de analizar técnicamente la casuística con el fin de identificar factores de riesgo y protección y así poder crear modelos orientados a la prevención, adecuados a la realidad de cada contexto.
Las secuelas por los abusos no solo las han sufrido y las sufren las víctimas y supervivientes, sino también sus familias, las comunidades parroquiales y religiosas, los sacerdotes y consagrados y el pueblo de Dios en general, nadie de los que nos consideramos cristianos podemos permanecer ajenos a lo que ha ocurrido porque a todos, de alguna forma, nos afecta.
Benedicto XVI, siendo todavía Joseph Ratzinger, como Prefecto para la Doctrina de la Fe inició una serie de reformas jurídicas, y durante su pontificado se produjo un giro en la relación y el trato a las víctimas que ha continuado el Papa Francisco y que se materializa en tres hechos fundamentales: la creación de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores en el año 2015, la publicación de la Carta Apostólica en forma Motu Proprio “Vos estis lux mundi” en mayo de 2019 y del “VADEMÉCUM” en julio de este año por la Congregación para la Doctrina de la Fe, siendo este una guía fundamental a la hora de instruir procesos y unificar criterios jurídicos a nivel universal. Además, cada Diócesis ha tenido que crear órganos de encuentro con las víctimas para acogerlas y acompañarlas e iniciar un trabajo muy serio orientado a la creación de espacios seguros, para los menores y vulnerables, en los que se realizan actividades formativas y pastorales.
La Diócesis de Astorga cuenta desde febrero del 2018 con una Delegación Episcopal que, formada por personas preparadas técnica, humana y pastoralmente, está encargada de recoger denuncias, acompañar en los procesos de instrucción y, por expreso deseo de nuestro obispo Jesús, revisar el Protocolo Diocesano de Prevención y Actuación frente a Abusos Sexuales a Menores y elaborar acciones formativas de sensibilización y prevención para agentes de pastoral, familias y menores.
Una sociedad, una comunidad, que no conoce su historia, que no reconoce sus errores, que no se empeña en superar el pasado, no evolucionará, o lo hará en falso. La Iglesia española y nuestra Iglesia diocesana han sufrido en su propio cuerpo este daño y, por eso, para poder curar las heridas hemos de mirar al pasado y no volver a cometer los mismos errores. La Jornada de Oración por las Víctimas de Abusos que celebramos cada 20 de noviembre, coincidiendo con el Día Universal del Niño, es una oportunidad para recordar que los más pequeños y vulnerables tienen derecho a la salud, la educación y la protección, y que nosotros, miembros de la Iglesia somos responsables y agentes activos en la promoción de estos derechos, así como de apoyar a quienes no han sido protegidos y denunciar la vulneración de estos derechos.
Os animamos a uniros a esta Jornada de Oración por las Víctimas de Abusos en comunión con toda la Iglesia Diocesana y presididos por nuestro Obispo Jesús: que nuestro compromiso en la defensa de los derechos de los más pequeños sea una seña de identidad en nuestras vidas, no podemos ignorar la vulneración de derechos, no podemos elegir si nos implicamos: como miembros de la Iglesia todos estamos implicados.
Delegación de Protección de Menores y
Acompañamiento a las Víctimas de Abusos