“Como Jesucristo, obligados a huir” es el lema de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2020 que se celebra el 27 de septiembre.
La Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado trata de poner rostro a las personas vulnerables “rescatándoles de las listas anónimas de cifras”, recuerdan los obispos. “Se trata -continúan.- de sensibilizar a la comunidad cristiana que reconoce a Jesús en cada persona obligada a huir. Se trata de sensibilizar a la sociedad española para que asegure los derechos de la dignidad humana a toda persona obligada a desplazarse. Todo lo que trabajemos por ellos y con ellos será poco”.
Extracto del Mensaje de los Obispos de la Subcomisión de Migraciones y Movilidad humana de la Conferencia Episcopal Española para la 106ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado
“Como Jesucristo, obligados a huir”
De entrada, algunas precisiones que nos pueden ayudar. Aunque normalmente se hable de personas refugiadas y migrantes indistintamente, no todas las personas que migran son refugiadas. Un migrante es una persona que abandona su país para ir a otro. Puede ser de forma voluntaria o se puede ver forzado a ello por una situación de violencia. Un refugiado es una persona que abandona su país porque quedarse supone un peligro para su vida.
No todas las personas que corren peligro en sus casas abandonan su país. La gran mayoría opta por trasladarse a otra región más segura, ya sea porque la violencia no se ha extendido hacia esa parte, porque no tienen recursos o porque no se les permite cruzar las fronteras. Esas personas se conocen como desplazados internos.
La Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado trata de poner rostro a estas personas vulnerables rescatándoles de las listas anónimas de cifras. Se trata de sensibilizar a la comunidad cristiana que reconoce a Jesús en cada persona obligada a huir. Se trata de sensibilizar a la sociedad española para que asegure los derechos de la dignidad humana a toda persona obligada a desplazarse. Todo lo que trabajemos por ellos y con ellos será poco.
Los obispos de la Subcomisión de Migraciones y Movilidad humana acompañamos a todos nuestros desplazados internos: migrantes, refugiados, víctimas de trata, menores en riesgo, feriantes, gentes del mar, gitanos y trabajadores del turismo y de la carretera.
La situación en Europa y en España es muy preocupante dado que las previsiones para el tratamiento del fenómeno migratorio, van a afectar muy dolorosamente a las personas en movilidad humana ya sea por la enfermedad y sus secuelas, y por la previsible crisis social, económica, etc. que se avecina. Ya está afectándoles ahora mismo, en unos momentos en que las personas migrantes de todos los colectivos de la movilidad humana han soportado con ejemplar entereza los efectos de la pandemia y han respondido a ella con ejemplar dedicación y generosidad.
“Escuchar”. Hoy el mundo de hoy se multiplican los mensajes, pero se está perdiendo la capacidad de escuchar. «Durante el 2020, el silencio se apoderó por semanas enteras de nuestras calles. Un silencio dramático e inquietante, que, sin embargo, nos dio la oportunidad de escuchar el grito de los más vulnerables, de los desplazados y de nuestro planeta gravemente enfermo. Y, gracias a esta escucha, tenemos la oportunidad de reconciliarnos con el prójimo, con tantos descartados, con nosotros mismos y con Dios, que nunca se cansa de ofrecernos su misericordia».
“Compartir”. Hay que aprender a compartir para crecer juntos, sin dejar fuera a nadie. La pandemia nos ha recordado que todos estamos en el mismo barco. Darnos cuenta que tenemos las mismas preocupaciones y temores comunes, nos ha demostrado, una vez más, que nadie se salva solo.
“Involucrar”. La pandemia nos ha recordado cuán esencial es la corresponsabilidad y que sólo con la colaboración de todos -incluso de las categorías a menudo subestimadas- es posible encarar la crisis. Debemos «motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad» (Meditación en la Plaza de San Pedro, 27 marzo de 2020).
“Colaborar”. «Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que afrontamos nos une a todos y no hace acepción de personas». (Mensaje Urbi et Orbi, 12 abril 2020). Para preservar la casa común y hacer todo lo posible para que se parezca, cada vez más, al plan original de Dios, debemos comprometernos a garantizar la cooperación internacional, la solidaridad global y el compromiso local, sin dejar fuera a nadie.
+ Los obispos de la Subcomisión de Migraciones y Movilidad humana de la Conferencia Episcopal Española