La Jornada Mundial de los Pobres establecida por el Papa Francisco hace cuatro años pretende visibilizar y concientizar al mundo y a las comunidades cristianas de una realidad sangrante e indigna para el ser humano como es la realidad de los pobres, personas que tienen nombre y apellidos. Son rostros humanos denigrados por la injusticia y la indiferencia que no fruto de la casualidad o la ineptitud y vagancia.
Como sociedad y como cristianos somos llamados en esta jornada a erradicar dos atentados gravísimos a la dignidad del pobre que distorsionan el problema social de la pobreza desrresponbilizandonos del mismo.
El primer atentado es despojar al pobre de su condición de sujeto. Cuando a una persona le negamos esta condición la despojamos de los derechos que como tal le son inherentes a dicha condición y lo reducimos a objeto de deberes. Esto se hace de manera muy astuta a fin de que este despojo no nos moleste e inquiete; y la manera de hacerlo es culpabilizar a los pobres de su situación, astucia muy antigua que ya se recoge en las páginas de la Biblia y que desenmascaran los profetas y el mismo Jesús.
Si el pobre no es sujeto ni tiene derechos no merece consideración alguna, sencillamente ya no sirve y como dice el papa Francisco el “descarte” y la “indiferencia” está justificada. La situación en que se encuentra es responsabilidad de él; la sociedad nada tiene que plantearse al respecto.
El segundo atentado a la dignidad del pobre como sujeto es la de convertirlo en objeto, incluso con nuestras mejores intenciones. Me refiero a esa tendencia a ser paternalistas, benefactores, “caritativos” que regalan migajas y que nos reportan la compensación de “buenos”. No es que el compartir con los pobres nuestros bienes esté mal; lo que está mal y los convierte en objeto es el evitar preguntarnos por las causas que originan esa situación de indignidad de tantas personas; el no querer ver que esa situación tiene que ver con nuestra forma de organizar y vivir la vida; que esa situación tiene que ver con las opciones políticas que votamos y con el tipo de fe que creemos.
La Jornada Mundial de los Pobres pretende desentumecernos, sacarnos de la rutina y el individualismo al que nos ha conducido el sistema económico que hemos convertido en sistema de vida y que nos ha convertido a nosotros también en objetos que nos usa para mantener sus insaciables ambiciones, objetos con inteligencia que nos hace más peligrosos.
Esta Jornada es una llamada urgente a recuperar y reconocer la condición de sujeto para toda persona independientemente de su condición, raza, sexo, religión, cultura, y para los cristianos vivir en la vida social la condición de hijos y hermanos y trabajar para que las estructuras sociales lo posibiliten.
“Tiende tu mano al pobre”, sería: fíjate en el pobre, mírale, es sujeto, tiene derechos, descubre por qué esta despojado de ellos y trabaja por defenderlos y protegerlos.
Francisco Turrado,
Delegado Diocesano de Cáritas