Cuando llegó a Astorga Mons. Juan Antonio Menéndez Fernández ya atesoraba una fecunda experiencia como persona, como sacerdote y como obispo, y eso se notaba en su trato humano, en su talante eclesial y en su resolución al gobernar. Aspectos fundamentales de su vida como su origen asturiano radicado en Villamarín de Salcedo (Grado-Asturias) donde nació en 1957, su formación académica como licenciado en Derecho Canónico por la Universidad Pontifica de Salamanca en 2005 y su trayectoria sacerdotal que tiene como puntos centrales su ordenación presbiteral el 10 de mayo de 1981 en la parroquia del Sagrado Corazón de Villalegre (Avilés) y su ordenación episcopal en la catedral de Oviedo el 8 de junio de 2013, fraguan los cimientos en los se asentarán su forma de ser y de hacer a su llegada Astorga, de cuya sede episcopal le nombra obispo titular el Papa Francisco el 18 de noviembre de 2015 y de la que toma posesión en la Catedral el 19 de diciembre de 2015.
D. Juan Antonio se definía coloquialmente a sí mismo como “un paisano de pueblo”. En “Juanín”, como cariñosamente le llamaron siempre la familia y los amigos más cercanos, esta condición estaba llena de ricos matices en su personalidad humana y religiosa. Así, en él esta apreciación significaba explícitamente que era un hombre noble y claro, lleno de bondad, sereno de ánimo, de trato cercano y amigable, respetuoso en sus modales, y con un corazón sincero que siempre quería ver el lado bueno del otro.
En su responsabilidad pastoral era un trabajador dinámico y constante, casi hiperactivo por su agenda siempre repleta de actos y compromisos; un pastor emprendedor y cabal, realista ante el futuro de una diócesis que observaba envejecida y despoblada pero en la que apreciaba su excelente elemento humano. Se esforzaba por mostrarse diligente y conciliador ante las situaciones poco favorables que tenía que gobernar, con grandes dotes para la escucha con los sacerdotes y la gente, detallista con las personas consagradas, y con una respuesta decidida y equilibrada ante los problemas que debía resolver. No rehuía los asuntos difíciles por dolorosos que fueran los cuales sabía que sin duda le afectaban duramente tanto a su salud personal como a la diócesis, sino que los afrontaba con entereza, con abnegación y con una clara predisposición al diálogo con las personas implicadas y a la consulta con otras personas de su confianza.
En verdad D. Juan Antonio nos dejó en Astorga una impronta espiritual y pastoral que tardará mucho tiempo en olvidarse, y un testimonio ejemplar de vida humana y sacerdotal, reforzado por el injusto y dramático sufrimiento que tuvo que soportar. Junto a detalles más privados como sus largos ratos de oración y su marcada devoción mariana, singular fue la cercanía a sus feligreses que todos ellos ponderan y recuerdan con agrado. Casi heroica fue también en estos años su fidelidad en el trabajo infatigable por la Iglesia, donde además de los asuntos propios de su diócesis, se entregó con ilusión a la Comisión episcopal de Migraciones de la CEE de la que fue elegido presidente en 2017, y aceptó incluso dirigir la Comisión antipederastia creada por la propia CEE en 2018.
En los tres años y medio que fue obispo de Astorga (2015-2019) Mons. Menéndez supo hacer realidad el deseo que él mismo expresó el día de su ingreso en la diócesis “quiero ser un astorgano asturiano”. Ciertamente aquí dejó una huella imborrable, no sólo por su atrayente personalidad sino también por su eficaz trabajo como pastor.
Varias de las realidades pastorales que puso en marcha son muy significativas, hoy siguen en vigor y determinarán sin duda el camino que la diócesis ha de recorrer en un futuro cercano. Entre estas iniciativas destacan la reforma integral de la Curia diocesana, el Plan Pastoral Diocesano cuyo objetivo central era la reestructuración integral de la pastoral diocesana, la fundación en la ciudad de Astorga la Casa de la Misericordia, la publicación de un Protocolo diocesano para la prevención y actuación frente a abusos sexuales a menores que es pionero y referencia en las demás diócesis españolas y el Año Diocesano de la Santidad que declaró en 2018.
D. Juan decía ser feliz y sentirse muy “querido” por Dios cuando le regaló la responsabilidad de la iglesia particular de Astorga. Para él, la gente y la misión con los sacerdotes estaban muy por encima de los problemas. Desde el principio se hizo presente en toda la diócesis, visitó a los sacerdotes en sus casas y a las comunidades religiosas en sus monasterios, e inició una intensa Visita Pastoral en la que le guiaba el espíritu de su lema episcopal “Santificado sea tu Nombre”, que le hacía resistir sesiones maratonianas visitando pueblos y conversando con la gente, aunque nunca dejó de estar pendiente cada día de su anciano padre D. Juan, con el que vivía en la Casa sacerdotal de Astorga.
Forman también parte importante de su herencia a la diócesis sus escritos, especialmente en la tres Cartas pastorales que publicó: “Nos basta su misericordia” (Cuaresma 2016) con motivo del Jubileo del Año de la Misericordia; “Vosotros sois mis amigos” (Adviento 2016) dedicada a los sacerdotes y “Vosotros sois la sal y la luz del mundo” (Pascua del 2018) donde evidenciaba el papel esencial que siempre han de tener los fieles laicos en la vida diocesana.
En los días en que le sorprendió la muerte. D. Juan Antonio tenía ya muy avanzado el esquema y algunos puntos del contenido de su cuarta Carta pastoral que iba a dedicar a los religiosos y personas consagradas.
Todas las Cartas Pastorales conectaban de lleno con el Plan Diocesano de Pastoral 2017-2021 “Llamados a formar un nuevo pueblo” en el que se plasman las preocupaciones y los retos, los objetivos y las acciones prioritarias que ya no pueden demorarse para transformar la realidad de la diócesis, especialmente la reestructuración pastoral de la misma Ahora es tiempo de que Astorga tenga un nuevo obispo; llevamos ya un año esperándolo en situación de Sede Vacante desde que D. Juan Antonio falleció el 15 de mayo de 2019. Al camino que él inició todavía le quedan muchos pasos por recorrer. Llegar hasta aquí ha sido un itinerario intenso, no exento de dificultades, que se ha querido hacer por convicción de nuestro querido y recordado obispo de forma sinodal, abierta y participativa contando con la opinión y la aportación de todos: sacerdotes, consagrados y laicos.
Este sea, tal vez, el mejor legado de D. Juan Antonio Menéndez, su bendición más perenne: una diócesis que mira al futuro, que sigue viva, que quiere que el amor siga siendo la seña de identidad fraterna entre todos los diocesanos, que quiere llevar esperanza a los que no quieren irse de estas tierras, que no renuncia a mantener viva la fe los hombres y mujeres creyentes que aquí viven.
José Luis Castro Pérez
Administrador Diocesano de Astorga – Sede Vacante
El Plan Pastoral tiene como objetivo general afrontar el reto de la evangelización en la Dióesis de Astorga transformando nuestra estructura y actividades…
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