LOS OBISPOS DE LA PROVINCIA ECLESIÁSTICA IMPULSAN DESDE LEÓN LAS OFICINAS DIOCESANAS DE ATENCIÓN Y ACOMPAÑAMIENTO A LAS VÍCTIMAS DE ABUSOS
Los obispos de los Provincia Eclesiástica de Oviedo han mantenido hoy en la Casa de Espiritualidad de San Isidoro de León la segunda reunión del curso, primera de este año 2021, en un foro eclesial que además ha contado con la presencia de los vicarios generales y de pastoral de las cuatro diócesis que integran esta demarcación, Oviedo, Santander, Astorga y León.
CON MUJERES AL FRENTE
En la primera parte de este encuentro los obispos Jesús Sanz, Manuel Sánchez Monge, Jesús Fernández y Luis Ángel de las Heras han continuado el trabajo ya perfilado el pasado mes de octubre para dar el impulso definitivo a la creación en cada diócesis de una oficina especializada en la atención y el acompañamiento a las víctimas de abusos. A partir de un protocolo conjunto, y siguiendo la petición que hacía el Papa Francisco en el motu proprio “Vos estis lux mundi”, según explicó el arzobispo Jesús Sanz “los obispos trabajamos para que cada diócesis tenga su oficina o delegación para cuando se pudieran dar algún caso de estos casos se pudiera abordar de manera sensata y respetuosa, y queremos poner al frente de cada de estas oficinas a una mujer, que esté preparada, que tenga una identidad eclesial clara, y que desde su pericia profesional pueda realizar esta labor de dirección y acompañamiento junto con un equipo con el que cada oficina o delegación pueda contar”.
En esta línea de trabajo, tras recordar que “la Iglesia católica es la única que se ha tomado en serio el poder prevenir y acompañar los casos de abusos que se han dado puesto que es evidente que se han dado casos entre nuestro clero, también entre nuestras familias, pero nosotros no queremos mirar para otro lado y ojalá que los que estadísticamente estarían más afectados por los abusos de menores hubieran podido hacer la mitad de la mitad de lo que la Iglesia está haciendo con toda seriedad y responsabilidad”, el arzobispo Jesús Sanz indicó que en esa puesta en marcha de una oficina de atención y acompañamiento a víctimas de abusos por cada diócesis “nos apoyaremos porque tiene una trayectoria que ya comenzó antes en toda la experiencia que tiene la diócesis hermanas de Astorga y la persona que allí está al frente, y luego cada diócesis, Oviedo, Santander y León elegirá su propio equipo que, en todo caso, tendrá en la dirección a una mujer”
También en este encuentro de obispos de la Provincia Eclesiástica, y tras la incorporación de dos nuevos prelados, los pastores de Astorga, Jesús Fernández el pasado mes de julio y, más recientemente, el padre Luis Ángel de las Heras en León, han reorganizado la dinámica de trabajo con un reparto de responsabilidades por distintas áreas de acción pastoral. De este modo, el obispo de Oviedo se encargará del acompañamiento a los vicarios generales y a todo el área de catequesis, el obispo de Astorga asumirá los ámbitos de laicos, familia y pastoral de la salud, el obispo de León, realizará el seguimiento de vida consagrada, enseñanza y cáritas, y el obispo de Santander, los distintos aspectos del clero, seminarios y liturgia.
IGLESIA FRENTE A LA PANDEMIA
Ya en la segunda parte de esta reunión se han integrado los vicarios generales y de pastoral, quienes junto con los obispos han abordado la situación actual de la vida eclesial tras el impacto de la pandemia. En este análisis se ha constatado que “la Covid-19 ha tenido y está teniendo una incidencia directa en los tres elementos en los que se constituye una comunidad cristiana, la catequesis donde se forma a los cristianos, la liturgia y los sacramentos donde se recibe la gracia de Dios y la gracia de los sacramentos, y también la cáritas donde se testimonio desde la paz y la justicia el compromiso con los más desfavorecidos, y esos tres elementos, esas tres dimensiones de la vida eclesial se han visto afectadas por al Covid-19”. Una constatación que según explicó el arzobispo Jesús Sanz refleja “una ruptura entre lo que estábamos haciendo hace no tantos meses, y lo que ahora tenemos que reinventar, una ruptura respecto a todo lo anterior en una historia de rupturas, de serena evolución como ha sido la historia de la Iglesia, que en dos mil años se ha ido respondiendo sin nostalgias y sin precipitación cada generación a los retos que ha tenido delante, con incidencia directa en los sacerdotes, en los religiosos, en las familias, y ahora hay que saber acompañar en este momento de dificultad este necesario rearme moral y de esperanza, de cercanía cariñosa, para que cada uno, en su lugar, pueda estar a la altura que nos plantean estos retos y desafíos”.