Santo Toribio nació en la provincia de la Gallaecia romana, estando ya establecido el reino de los suevos, probablemente en la misma ciudad de Astorga en los últimos años del siglo IV o los primeros del V. La tradición afirma que procedía de familia noble, lo que posibilitaría que Toribio recibiera una educación correspondiente a su acomodada posición. Siendo aún joven murieron sus padres, heredando un importante patrimonio que pronto vendió y repartió a los pobres, para quedar libre de la esclavitud de la fortuna y sus peligros morales.
Hecho esto, y tal vez buscando una mayor instrucción y anchura de espíritu, una antiquísima tradición asegura que emprendió en su juventud una peregrinación larga y penosa a Tierra Santa. Este viaje, lo que allí hizo y de lo que allí trajo, marca de forma muy profunda toda su biografía y contribuirá notablemente a su fama de santidad y posterior devoción entre los fieles.
La tradición más extendida dice que llegó a Jerusalén hacia el año 440 y se presentó al obispo de aquella iglesia llamado Juvenal, quien conoció la gran virtud y sabiduría del peregrino Toribio. Considerando las cualidades y piedad que observó en él, y tras haberle ordenado sacerdote, el patriarca de Jerusalén le hizo Custodio de los Santos Lugares confiando a su cuidado las preciosas y santas reliquias que allí se veneraban, relacionadas la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo.
En Palestina permaneció Toribio alrededor de cinco años, hasta que en el año 445 decidió volverse a su patria. En su regreso trae consigo, para protegerlas de los saqueos, algunas de las reliquias de las que fue Custodio en la iglesia madre de Jerusalén, entre ellas un gran trozo de la auténtica cruz en la que fue clavado Jesucristo (conservada hoy en el monasterio de Santo Toribio de Liébana en Cantabria).
Otra tradición indica que de vuelta de los Santos Lugares a España, tras pasar por Constantinopla, visitó la ciudad de Roma donde conoció y se entrevistó con el Papa San León I Magno (440-461), con el que trabó amistad. Ya en su tierra Toribio se muestra muy sorprendido y preocupado al observar la convivencia entre la ortodoxia católica y las doctrinas heréticas priscilianistas.
Toribio fue preconizado al episcopado de la sede asturicense por el pueblo y el clero con la clara oposición de un diácono llamado Rogatus, seguramente por razones relacionadas con su postura antipriscilianista, quien le acusó de “graves crímenes”, pero Toribio demostró a todos la falsedad de esa calumnia realizando un milagro a la vista de todos.
Dicho milagro es uno de los hechos más conocidos popularmente de este santo y ha servido como referencia iconográfica en sus representaciones artísticas. El suceso milagroso dice que habiendo ido Toribio a su catedral un día de gran asistencia de fieles les manifestó la necesidad de recuperar su honor ante la calumnia que se había levantado contra él, y elevando al Señor su oración suplicó que le ayudase a demostrar su inocencia. Tomando de un brasero las ascuas encendidas en sus manos, las envolvió en las vestiduras litúrgicas que llevaba, y entonando el salmo de David, que comienza: «Levántese Dios y sean disipados sus enemigos», caminó alrededor del templo llevando las ascuas en el roquete. Todo el pueblo vio con sus propios ojos como ni el roquete ni las manos del santo padecieron ninguna lesión de fuego, ni siquiera les quedó la más leve señal. Todos quedaron asombrados ante el milagro que habían contemplado. Entonces el calumniador “como otro Judas” confesó a voces su pecado, y cayó muerto en la iglesia.
En su pontificado asturicense Toribio brilló por su erudición, su caridad y, sobre todo, por su defensa valiente y enérgica de la pureza de la fe católica frente a la herejía priscilianista presente desde hacía varios años en las comunidades cristianas de esta región. El priscilianismo, en síntesis, es un movimiento que propugna una doctrina maniquea y rigorista, de fuerte ascetismo, talante libertario e inspirada en la tradición gnóstica, que aboga, entre otras cosas, por la interpretación libre de la Biblia.
En la correspondencia que tiene con el Papa San León Magno, éste agradece a Toribio su celo y su buen hacer en tal delicado asunto, le da instrucciones para destruir los escritos heréticos y le encomienda la misión de convocar un concilio hispano con los obispos de las provincias tarraconense, cartaginesa, lusitana y galaica para erradicar el problema o, en caso de no poder celebrarse con todos éstos, al menos con los obispos de la Gallaecia. Para ello el Papa le nombra legado suyo para presidirlo (junto a los obispos Hidacio de Chaves y Ceponio). No se sabe con certeza si tal sínodo se celebró y si fue Toribio quien lo presidió, aunque es probable que la convocatoria del mismo se hiciera en Braga en torno al año 447 con el objetivo de excomulgar a todos los obispos que no condenasen la herejía priscilianista.
Respecto a los años finales de la vida de santo Toribio apenas tenemos noticias históricas. En el año 457 Astorga sufre, como otras ciudades del noroeste hispano bajo el dominio de los suevos, la invasión del rey visigodo Teodorico, cuyas tropas pasan profanando y robando comunidades e iglesias y obligando a obispos, clero y otros muchos cristianos a exiliarse a lugares más seguros para preservar su fe y su propia vida. Pero de lo que le acontece particularmente a Toribio no podemos asegurar nada con certeza. Es posible que nunca saliera de Astorga donde murió y fue enterrado.
Pero, en relación a este asunto de los últimos años de Toribio, las dos tradiciones más divulgadas son estas:
Una primera tradición asegura que Toribio, como consecuencia de padecer una ignominiosa envidia, se retiró a Tuy donde ejercerá allí como obispo. Es entonces cuando se produce la invasión de Teodorico, hecho que obligó al santo a huir y tratar de refugiarse en su antigua diócesis asturicense, pero no fue bien recibido, y de ahí viene la tradición “sacudirse el polvo de sus sandalias” al ser obligado a abandonar precipitadamente Astorga. Este episodio se recuerda en el denominado Crucero de Santo Toribio que hay a escasos kilómetros de Astorga, concretamente en el alto de Santo Justo de la Vega. De aquí se dirigió de nuevo a la zona asturiana que conocía, concretamente a Morcín, Riosa, Monsacro y La Granda. Allí permanecería con su comunidad hasta que ya sin riesgos de persecución, pero con muchas penalidades, consigue regresar a su antigua diócesis, donde murió en el año 476.
Una segunda tradición, muy extendida en tierras astorganas, difiere en la fecha de la muerte y nos presenta a santo Toribio retirado los últimos años de su vida en la soledad del Valle del Silencio en los parajes bercianos de Peñalba. Recordado y añorado por sus fieles astorganos, acuden a él varias veces para que vuelva a la sede episcopal a lo que siempre se niega, pero con motivo de una pertinaz sequía de siete años que asola las tierras maragatas van a su encuentro para pedirle consejo y ayuda. El santo obispo les recomendó volver a Astorga y acudir al cercano pueblo de Castrotierra para sacar en procesión la imagen de la Virgen desde su santuario hasta a la catedral y ofrecerle allí una novena de oraciones rogando la tan deseada lluvia. Hicieron todo esto y se cumplieron los ruegos del pueblo gracias a las indicaciones del santo, celebrándose desde entonces las rogativas en la romería a la Virgen de Castrotierra cada siete años o cada vez que se necesita agua debido a la sequía.
Otra narración tradicional, recogida en el antiguo Breviario asturicense, completa lo anterior con otro suceso relacionado reseñando que años más tarde, nuevamente motivado por una gran sequía, volvió una comisión del pueblo astorgano a hablar con el santo a su retiro en Peñalba, para pedirle en esta ocasión que se acercara a Astorga e impartiera allí su bendición a sus fieles asolados por el hambre y el desánimo y a los campos sedientos de lluvia. Santo Toribio accedió y caminó hasta el alto de San Justo desde donde se dominan la ciudad y los campos que la rodean. Allí, acompañado por el cabildo, el clero y una inmensa muchedumbre, el santo bendijo al pueblo y a los campos y al instante comenzó a llover. Al entrar en la ciudad las campanas de los templos empiezan milagrosamente a tocar solas, lo que Toribio interpreta como una señal del cielo para que no regresar a Peñalba y quedarse definitivamente en su sede episcopal de Astorga hasta el final de sus días. El Breviario asturicense fecha su muerte el 16 de abril del año 480.
No hay certeza de dónde fueron depositados su cuerpo y reliquias, existiendo también varias opiniones al respecto. Sí es constatable que a partir de la muerte del santo se da una estrecha relación entre santo Toribio de Astorga y el monasterio de Santo Toribio de Liébana en Cantabria, a los pies de los picos de Europa. Es claro que la razón del culto a santo Toribio en Liébana se debe a la llegada de sus restos en algún momento del siglo IX, junto con la mayor reliquia de la cruz de Cristo que se dice había traído de Tierra Santa, siendo la posible causa de la traslación de todo ello la huida con el fin de salvaguardarlos de las invasiones árabes.
Santo Toribio es el patrono principal de la diócesis de Astorga y copatrono de su Seminario.
Su solemnidad litúrgica se celebra en toda la diócesis de Astorga el lunes posterior a la octava de pascua.
El Plan Pastoral tiene como objetivo general afrontar el reto de la evangelización en la Dióesis de Astorga transformando nuestra estructura y actividades…
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