Diócesis de Astorga

  El 13 de marzo del mes en curso, y en el Teatro Diocesano, se ha impartido la sexta sesión de la Formación Permanente cuyos destinatarios son siempre los sacerdotes, las religiosas, los religiosos y todos los laicos comprometidos con su formación cristiana.

  El profesor que ha impartidos las lecciones fue monseñor Juan Antonio Aznárez Cobo, Obispo Auxilar de la Diócesis de Pamplona y Tudela, licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Zaragoza (1984). Realizó los estudios eclesiásticos en el seminario Mayor de Pamplona. Es Licenciado en Ciencias Bíblicas por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma (1997).

  La temática que desarrolló versó sobre “CATAS PAULINAS”. Algunos nombres de la salvación en Cristo. Justificación. Salvación. Redención. Reconciliación.

  Ha partido del simil de la ciencia arqueológica: la cata. Antes de actuar sobre el terreno, el trabajo de campo, e iniciar la excavación de un yacimiento parece lógico conocer algo de éste previamente. ¿Cómo se realiza eso? Mediante la prospección.

  Pues bien, los Escritos de san Pablo son como un grandioso mosaico con muchas teselas, que requieren esta pedagogía para ir adentrándose en su riqueza e ir captando la amplia gama de matices. Insistió en la necesidad de leer cada una de sus Cartas completas. De volver, una y otra vez, a los textos que se van abriendo al creyente como una flor que lentamente y sin violencia despliega sus pétalos y ofrece su perfume. ¡Siempre bajo la guía del Espíritu Santo y desde la óptica de la fe! Son textos complejos a los hay que ir “cuerpo a cuerpo”: ¿Qué quiso decir Pablo a sus comunidades concretas y qué me dice a mí hoy?

  “Son Escritos -dijo- de circunstancias a estas Comunidades con el objetivo de enseñar, animar, consolar, corregir… Comunidades fundadas por Pablo y sus colaboradores. Los destinarios han sido previamente evangelizados durante meses y años. Son cristianos que ya viven su fe. Pablo no quiere hablarles de toda la doctrina sino iluminar situaciones concretas.

  Para Pablo el Evangelio, que todavía no se había escrito, era anunciar a Jesucristo por medio de la palabra -la Tradición oral y la Escritura- que él dictaba a sus acompañantes. Dice Benedicto XVI en la “Dei Verbum 9” que el depósito confiado habla de la “mutua relación entre la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura”. No somos discípulos del Libro sino de la Palabra.

  A) Justificación. El concepto para el Apóstol tiene muchos nombres. Es como un diamante con muchas aristas. Lo más importante hace referencia al hombre que se atiene a los preceptos de la fe. Justo es el que se ajusta a la voluntad de Dios. Después del exilio el término justicia tiene otra perspectiva. En Isaías es sinonímico, es decir, tiene paralelismo con salvación. Dios acepta la justificación por la entrega de Cristo, por su muerte y resurrección. Esta oferta de salvación es mucho más que el perdón del pecado. Es la participación en la vida divina, en el ser de Dios por la fe en Cristo. ¡La justificación es un don, es gratuidad y esto nos cuesta entenderlo!

  B) Salvación. La salvación está muy cerca del que cree. Justificación y salvación están unidas. El Evangelio es fuerza, salvación de Dios para el que cree. Nunca se impone. “…Trabajad con temor y temblor vuestra salvación, pues Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece” (Filipenses 2,12-13). No son las obras el origen de la salvación: “…Habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2,8-10).

  C) Redención. “Por tanto, di a los hijos de Israel: Yo soy Yahvéh; Yo os libertaré de los trabajos de los egipcios, os libraré de su esclavitud y os salvaré con brazo tenso y castigos grandes” (Éxodo 6,6). ¿Qué es la redención de un esclavo? En primer lugar liberarlo de la esclavitud y devolverle la dignidad de ser libre. “Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros” (Gálatas 3,13). El “godel”, en hebreo, es el pariente cercano que paga la deuda, se hace cargo de ella, para que su familiar no se quede sin tierras y entre en situación de penuria o pierda la libertad. Cristo es el “godel” de Israel: “Yo soy quien te digo: “No temas, yo te ayudo” y tu redentor es el Santo de Israel” (Isaías 41,14). Y, Cristo es nuestro “goel”: “De él os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención” (1ª Corintios 1,30). Los oráculos proféticos dejan entrever otra esclavitud, la del pecado, más profunda y universal de la que nos rescató Cristo, por eso le podemos llamar nuestro Redentor: “Habéis sido bien comprados” (1ª Corintios 6,18-20). Cristo ha pagado buen precio. Él mismo es nuestro rescate: “…se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dio lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre” (Filipenses 2,8-9).

  D) Reconciliación. Este término no lo encontramos en el Antiguo Testamento. Pablo lo toma de la cultura greco-romana. En lo profano se usaba para referirse a un cambio a mejor en las relaciones. En lo religioso, dentro mundo helenístico, a la buena relación entre dioses y hombres. Pablo lo asume para hablar de este cambio profundo en la relación con Dios: “Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo” (2ª Corintios 5,18-20). Siempre es una oferta al hombre, no una imposición. En Colosenses 1,20 la reconciliación tiene un alcance cósmico: “…reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos”.

-RICARDO FUERTES VEGA-