HECHOS PARA REALIZAR LOS SUEÑOS DE DIOS
“No estamos hechos para soñar con las vacaciones o el fin de semana, sino para realizar los sueños de Dios en este mundo…”. Esta afirmación realizada por el Papa Francisco ante una multitud de jóvenes, parece realmente una provocación, situados como estamos en un contexto en el que prima la diversión, el descanso, el disfrute sin freno.
El Evangelio nos narra la historia de un joven que, a pesar de tenerlo todo para llevar una vida placentera, no era feliz. Jesús le dio la receta para poner a salvo sus sueños, pero fue incapaz de soltar amarras y seguirlo. Frente a esta llamada abortada por el apego al dinero, resuena aquella que Dios, a través del arcángel San Gabriel, dirigió a una joven nazarena de nombre María pidiendo su consentimiento para hacerse hombre en su seno. Su sí a Dios y a la humanidad resonará siempre en el aire: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).
Nuestra Iglesia, hoy y siempre honrará a la Virgen María por su sí. Pero no podemos dejar de dar gracias a Dios también por tantos y tantos fieles laicos que han respondido a la llamada divina, antes que atender a otros reclamos, que incluso han dado su vida como testimonio de fe, como hizo la niña santa Marta. Tampoco olvidamos a los innumerables consagrados que han encarnado ejemplarmente los valores del Reino, como San Valerio. Ni, por supuesto, dejamos en el olvido a tantos y tantos pastores como nuestro patrono Santo Toribio que han acercado a los fieles la Palabra de Dios, han celebrado la fe, han guiado con sabiduría al pueblo fiel y han colaborado en la edificación de una Iglesia misionera.
Aunque la voz de Dios es frecuentemente amortiguada e incluso apagada por el sonido atronador de otros reclamos, su llamada sigue resonando en busca de corazones dispuestos a la escucha y al seguimiento. A aquellos que, asustados, corren el riesgo de echarse para atrás, el Papa Francisco los anima afirmando que “la llamada del Señor… no es una intromisión de Dios en nuestra libertad; no es una <> o un peso que se nos carga encima. Por el contrario, es la iniciativa amorosa con la que Dios viene a nuestro encuentro y nos invita a entrar en un gran proyecto…”.
La celebración del Día de la Iglesia Diocesana nos ofrece la oportunidad de profundizar en la llamada divina y en la respuesta más adecuada de acuerdo con la condición de apóstoles seglares, personas consagradas o pastores. Constituye también la ocasión de discernir lo que Dios sueña para cada uno de nosotros. Y, en fin, es un momento de gracia para todos en orden a afianzar nuestra convicción de que el Señor nos ama y espera de nosotros la colaboración necesaria para que otros lo conozcan, lo celebren y lo sigan. Como familia eclesial, apoyados en el Señor, hagamos crecer su Reino. Que así sea.
+ Jesús, Obispo de Astorga